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nro 513  Jueves 25 de marzo de 2004

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Guillermo Muñoz
Me interesan Nueva York y Chile de igual manera

No es un nombre ampliamente conocido del gran público de su país, pero sí entre exigentes y expertos en arte de Europa, Estados Unidos y muy especialmente en España donde reside hace veinte años.

Guillermo Muñoz Vera (48 años) nació en Concepción y cursó allí sus primeros estudios. Hijo de un destacado médico obstetra, Washington Muñoz, quien ayudó a traer al mundo a buen número de penquistas, profesor de la Escuela de Medicina.

Es el autor de dos obras monumentales que donó al gobierno de Chile en homenaje al ex Presidente Salvador Allende y que se exhiben en el salón de audiencias del ministerio del Interior. Es también el retratista oficial de la familia real española.

Su afán, sin embargo, es que su obra se exhiba a todo público y eso se hará realidad el 2005 cuando se inaugure el gran mural que le ha sido encargado para la estación Moneda del Metro de Santiago, con ocasión del bicentenario, en el cual se encuentra trabajando y es el motivo de sus viajes a Chile, cuando expondrá en la Pinacoteca de la Universidad.

Considerado al mismo nivel que su compatriota Claudio Bravo, la obra de ambos suele aparecer por los más sofisticados mercados del arte tanto y por cierto valorada en miles de dólares. El artista, sin embargo, se cree poco el cuento de la fama, habida consideración que sabe muy bien que él es un extranjero en Europa y que el hiperrealismo, igual que todas las tendencias, tiene etapas.

Eso lo sabe este artista que no por las glorias olvida las memorias. En Chinchón, una aldea medieval, a 26 kilómetros de Madrid, se levanta su taller y la sede de la Fundación Arte y Autores Contemporáneos, Arauco, que forma y beca a jóvenes artistas procedentes de Chile y de América Latina. Y que le exige -cuenta- un trabajo exhaustivo y agotador porque las solicitudes son muchas. Agrega que lo que gana -que no es poco- sirve para sacar adelante ese proyecto.

En el principio fue el dibujo, una afición que compartía con la música rock y que le ocupaba gran parte de su tiempo de joven estudiante, en su casa del Barrio Universitario. Licenciado del Bellas Artes, en pintura, razones familiares lo hicieron abandonar Concepción.

Partió a España, donde arribó también en un momento especial y poco propicio, con el auge de todo tipo de vanguardias y con el realismo -que era su estilo- bastante castigado. La mirada plástica pictórica estaba dirigida a Alemania, a la Documentas de Kassel; a la de Basilea y Frankfurt. En sus primeros años estaba fuera de circuito, admite.

Ese panorama empezó a variar y las tendencias en un momento se enfocaron de nuevo hacia el realismo. Comienza a exponer y a vender. Había un público expectante, de Alemania, España, Italia y Estados Unidos. “Puedes lograr un espacio siempre que haya una persona o una galería que te avale y crea en ti”

En 1992 fue su retorno a Chile, sólo que a través de su pintura, pues no pudo estar presente. A propósito del quinto centenario, la Embajada de Chile en España le convocó para exponer en el Museo de Bellas Artes y en la Pinacoteca.

Muñoz Vera no es un artista que pueda exhibir sus obras con facilidad. El formato lo impide: los transportes y embalajes son costosos, lo mismo que los seguros. Normalmente obra concluida es obra vendida casi de inmediato. Sus obras son de coleccionistas nada más. Imposible de otro modo. Y ellas suelen estar presentes en sofisticados mercados y en los anuarios de subastas se puede comprobar. Imbuido de su sencillez provinciana, advierte que las subastas corresponden a mercados secundarios para los pintores vivos.

A Guillermo Muñoz Vera le interesa Nueva York, Londres, Madrid, pero igualmente le interesa Chile, su país, al cual crítica y pone reparos “con su material humano contradictorio”, pero que al final de todo es su país. Lo mismo que el lugar que lo vio nacer. “Tengo una deuda con Concepción, admite, y espero saldarla”. El espacio que vio sus juegos infantiles, el Barrio, lo espera en .

Mónica Silva Andrade

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