Alejandro
Rivera
El
juez que remeció a La Moneda
En
1982, después de rendir la PAA y con sólo
18 años, llegó desde Arica a la capital
para conocer la universidad a la que postularía,
pero el paisaje y los comentarios de algunos amigos le
hicieron desobedecer a sus padres y matricularse en Concepción,
donde tuvo como profesor, entre otros, a Héctor
Oberg Yánez, a quien recuerda con especial afecto.
Inició
su carrera como Oficial 4° del 2° Juzgado del
Crimen de la capital en 1994. Allí fue clave el
apoyo que recibió del juez Jorge Colvin Trucco,
hijo de quien fuera su profesor de Derecho Penal, Alberto
Colvin Pavez; y de Fernando Monsalve Figueroa, secretario
del tribunal, hoy juez del 29° Juzgado del Crimen.
Un
año después se instaló como relator
de la Corte de Apelaciones de Santiago, hasta que el 28
de enero inició su interinato en el 7° del
Crimen. Sólo dos días llevaba en el tribunal
cuando llegó la denuncia de Contraloría
que tres meses después derivaría en el procesamiento
de 28 personas.
Hoy,
con 37 años, el juez Rivera encabeza por unanimidad
las ternas propuestas por la corte capitalina para juez
titular del 6° y 7° Juzgado, está en el
ojo del huracán y sus pasos son atentamente seguidos
desde Palacio.
-
Usted llevó una investigación que terminó
complicando todavía más al gobierno ¿Qué
pensó al procesar a los seremis?
-Uno
no mide trascendencia, simplemente ve el expediente, lo
tramita de la mejor forma que puede y resuelve conforme
a derecho, independientemente de las consecuencias que
pueda provocar. Si uno empieza a medir qué puede
provocar con una u otra decisión, uno deja de ser
juez. Nosotros estamos acá para conocer, juzgar
y fallar.
-
Un periodista, por lo general, quiere estar donde ocurren
las cosas, los hechos que marcan ¿un juez también?
-Yo
diría que no. Porque en este tribunal, por ejemplo,
he tenido cuatro o cinco investigaciones pequeñas,
que no son periodísticamente trascendentes, pero
que han sido llevadas en forma impecable, resueltas en
tiempo récor y eso entrega una satisfacción
personal.
-
¿Ocurre lo mismo con el caso Mop-Ciade?
-Obviamente
la trascendencia está clara, pero uno trata de
hacer lo mismo que hace con los pequeños casos:
investigar. Y cuando se llega a la decisión, bueno,
se adopta conforme a la convicción que uno tiene,
punto. Después están las instancias superiores
para buscar una revisión.
-
¿Sintió en algún momento que éste
era un monstruo que iba creciendo y del cual iban saliendo
más cabezas...?
-No.
En general jamás sentí ni siquiera la presión
de la prensa o de algún sector. Ayudó mucho
que durante febrero y parte de marzo prácticamente
la investigación no se conocía, entonces
la parte previa no se vio entorpecida.
-¿Cree
que este caso pueda influir en su carrera judicial?
-Yo creo que lo que necesita este país son jueces.
Independiente de cómo fallen, lo que necesita son
jueces. Entonces sobre esa parte no me pronuncio porque
le corresponde al Ejecutivo. Simplemente yo hago mi trabajo
y punto.
-
¿Qué significa para usted ser juez?
-Ser
juez es hacer justicia.
-
¿Y qué es hacer justicia?
Es
dar a cada uno lo suyo, aunque a veces es difícil
porque en un proceso a veces se oculta información
y uno debe escudriñar para obtener la verdad. El
mayor logro de un juez es reconstruir la historia y aplicar
las sanciones que le corresponden a cada uno de acuerdo
a esa reconstrucción, y eso a veces cuesta mucho.
Erwin
Acevedo Ibáñez
|