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nro 462   Jueves 24 de octubre de 2002

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Patricia Quilodrán
Forjadora de una comuna

Cuando hubo que bautizar un moderno consultorio de salud de la comuna, tres voces del Consejo Comunal se alzaron al unísono para proponer el nombre: Dr. Edgardo Enríquez Froedden, el que fue aprobado. Era un homenaje del propio alcalde de Pedro Aguirre Cerda, Juan Saavedra Gorrusteguy, pero también de dos profesionales de su equipo, entre ellas Patricia Quilodrán Sandoval secretaria abogada municipal, a la figura de quien fuera rector de nuestro plantel.

Patricia a quien le corresponde -como en los momentos de esta entrevista- actuar como alcaldesa subrogante, explica que el recuerdo y la experiencia del paso por el plantel es una constante en ese municipio de un barrio popular del sur poniente de la Región Metropolitana, con 115.000 habitantes repartidos en 95 kilómetros de superficie. Su única hermana, Julieta, es también profesional de la U, sólo que ella, socióloga y cientista política se especializó en Demografía en París y hoy es investigadora del prestigioso Colegio de México, donde reside. .

-¿Junto al alcalde Saavedra son los forjadores de PAC?

Se puede decir con orgullo, que nos hemos dedicado con mucho compromiso y dedicación a la tarea, con ganas de levantar algo y de hacer realidad un proyecto, una propuesta, que en alguna medida quedó trunca el año 1973. Se nos ha dado una oportunidad que en parte hace posible algunos sueños.

-¿Cómo y cuándo llega a la U.?

-¡Hace muchos años! (se ríe). Yo vivía en Concepción. Ingresé a Leyes porque había toda una tradición familiar de abuelos y tíos abogados. Lo hice con algunas dudas porque me apasionaba la Antropología y también la Sociología. Esto sucedió entre 1961 y 1965.

¿Cómo fue esa etapa?

-Es el período fundamental de mi vida, sólo comparable con mi larga estada en México. No quiero que suene a lugar común, pero mi paso por la Universidad fue una etapa hermosa, formativa, solidaria, espléndida desde donde se la mire. Una vez que me recibí, continué como instructora en la misma Facultad en las cátedras de Derecho Comparado y Derecho Laboral. Ahí estaba cuando vino el 11 de septiembre de 1973.

¿Su estada fuera de Chile le significó ampliar su formación profesional?

-Partí en 1974 a la Universidad de Lovaina, en Bélgica, donde estudié una maestría en Derecho Social. Luego me fui a México, allá me casé, trabajé en el gobierno del Distrito Federal, en la dirección Jurídica, e hice clases en la UNAM, sede Acatlán. En México no se podía ejercer libremente la profesión, pero sí trabajar como abogada y esa etapa es otra de las experiencias extraordinarias.

-¿Luego parte más lejos aún?

-A Sidney, Australia, ahí mi problema fue el idioma porque yo dominaba el francés, no así el inglés. La necesidad me impulsó y aprendí y pude trabajar en el departamento Federal de Inmigración del Gobierno de Australia en Sidney, atendiendo a una cantidad infinita de inmigrantes de todo el mundo, incluido muchos latinoamericanos.

-¿Cuándo regresa?

-En 1990. Lo hago con enormes ganas, mucho ímpetu y me dedico a buscar trabajo. Ingreso a la división de Defensa Social del ministerio de Justicia en la época en que Martita Woerner era la subsecretaria. Es allí donde me encuentra Juan Saavedra, encargado por el Presidente de entonces de formar la comuna.

-¿Qué desafíos implica el gobierno de una comuna pobre?

-Es un ejercicio de democracia más directa, más cercana a la gente, con participación de las personas, de muchos dirigentes sociales. Dirigir una comuna pobre implica más desafíos, fortalezas, que hacerlo en una rica. En las primeras, las personas esperan todo del Municipio y esa demanda es muy amplia. En nuestra comuna hay asentamientos como La Victoria, parte de la población José María Caro, Los Maitenes o Las Lilas, donde las personas tienen muchas ganas de progresar, de cambiarle el rumbo a su destino y puede suceder que las demandas son mayores de lo que se puede dar.

-Aparte del recuerdo ¿qué otras ligazones tiene con la Universidad?

-De Concepción y de la Universidad son mis mejores amigos y por cierto los encuentros anuales de los “popeyes” en la termas de Quinamávida cada año, tal cual el ocurrió el fin de semana último, son instancias para comprobar cada vez que los lazos forjados allí en las aulas, en los patios, en el foro, en cualquier lugar del Barrio, son eternos.

Mónica Silva Andrade

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