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nro 451   Martes 9 de julio de 2002

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Carolina Zelaya
Un fuerte sello en lo público social

Desde su natal Viña del Mar, Concepción le parecía una ciudad muy lejana, por lo que el quedar aceptada en la facultad de Derecho constituyó un problema personal, que su padre ayudó a resolver diciéndole "haz el primer año, luego te cambias de universidad".

Carolina Zelaya Ríos, abogada, jefa del departamento de Administración General del Ministerio de Educación, recuerda que cursó el primer año, tras lo cual “no quise cambiarme por motivo alguno”. Le bastó ese tiempo para encantarse con la Universidad, con una facultad de prestigio; todo lo cual -argumenta- hace que sea un orgullo decir: “soy de la Universidad de Concepción”. Desde el año 2000 está al frente de uno de los cargos más exigentes en el ministerio, el que hace funcionar todo el enorme aparataje y los recursos para la educación que alcanzan a un billón y medio de pesos.

-¿Este departamento es el que hace moverse el enorme trasatlántico de la educación?

-Nosotros decimos que ésta es la “sala de máquinas”, donde echamos el carbón a la caldera para que todo funcione. Desde las licitaciones, compras y contratos, pago de subvenciones, la contabilidad del Ministerio, oficina de partes, archivo, recursos humanos que incluye contratos, remuneraciones para 3.500 funcionarios en todo Chile hasta el papel o las instalaciones de un edificio.

-La sola enumeración es agotadora, ¿qué es lo más relevante?

-El pago de las subvenciones a los establecimientos, pues eso constituye el 2% del Producto Interno Bruto, y licitaciones tan importantes como la de los 11 millones de textos que el Ministerio entrega anualmente escuelas y liceos; o la implementación de computadores para Enlaces.

-¿Es un cargo de gran exigencia?

-Lo es, por lo menos, doce horas diarias de jornadas largas y agotadoras, con esa sensación permanente que algo dejaste de hacer. Pero hay otra sensación, gratificante: que lo que haces con dedicación ayuda a la cambiar la vida de las personas y ahí se concreta algo que, en mi opinión, te lega la Universidad de Concepción, que nos otorga un sello fuerte de formación en lo público social, una connotación especial a abogados, como en mi caso, preocupados del servicio público, capaces de asumir responsabilidades en el ámbito de las políticas públicas y colaborar a concretizarlas.

-¿Cómo fue su tiempo de estudiante?

-Magnífico. Ingresé en 1981, pertenezco a una generación de gente de valores profundos, generosa, solidaria, mis mejores amigos proceden de entonces y el lazo no se corta. Mantenemos una red electrónica, nos enviamos trabajos, historias, artículos y, una vez al mes, tenemos una mesa de la amistad en un restaurant donde compartimos y recordamos los momentos que juntos pasamos. Se han abierto otras mesas, en otros lugares, producto del encuentro que tuvimos en octubre de 2001, en Concepción, para celebrar los veinte años desde que fuimos mechones. En ese grupo hay gente como Sergio Micco, Jessica González, Juan Rubilar, Carlos Maturana, académico en la facultad, Gabriela Jarpa, Hernán Fernández. Nuestros profesores eran personas estrictas, algunos nos parecían poco simpáticos, pero capaces de darnos motivaciones que iban más allá del derecho. Recuerdo con afecto alguien que ya no está, a Telmo García, que nos guiaba por la historia del Derecho, pero siempre dándonos más.

-¿Cómo llega a ocupar el importante cargo actual?

-Una vez recibida regresé a Viña donde ejercí dos años como abogada en materias laborales. Fue suficiente, sentía una profunda inquietud. Hice un postítulo en la CEPAL sobre Evaluación de Políticas Públicas, lo que me abrió posibilidades para realizar y evaluar proyectos en el área social. En 1991, un profesor mío de la CEPAL me contactó para un trabajo en el de Mejoramiento de la Calidad de la Educación, con financiamiento del Banco Mundial. Se requería una abogada que hiciera la contraparte con el BM en un proyecto de 270 millones de dólares. Era por seis meses. Lo hice y me quedé. El año 2000, la ministra Aylwin, con quien había trabajado en el MECE me puso a cargo de la dirección.

Mónica Silva Andrade

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