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Carolina Zelaya
Un fuerte sello en lo público social
Desde
su natal Viña del Mar, Concepción le parecía una ciudad
muy lejana, por lo que el quedar aceptada en la facultad
de Derecho constituyó un problema personal, que su padre
ayudó a resolver diciéndole "haz el primer año, luego
te cambias de universidad".
Carolina
Zelaya Ríos, abogada, jefa del departamento de Administración
General del Ministerio de Educación, recuerda que cursó
el primer año, tras lo cual “no quise cambiarme por motivo
alguno”. Le bastó ese tiempo para encantarse con la Universidad,
con una facultad de prestigio; todo lo cual -argumenta-
hace que sea un orgullo decir: “soy de la Universidad
de Concepción”. Desde el año 2000 está al frente de uno
de los cargos más exigentes en el ministerio, el que hace
funcionar todo el enorme aparataje y los recursos para
la educación que alcanzan a un billón y medio de pesos.
-¿Este
departamento es el que hace moverse el enorme trasatlántico
de la educación?
-Nosotros
decimos que ésta es la “sala de máquinas”, donde echamos
el carbón a la caldera para que todo funcione. Desde las
licitaciones, compras y contratos, pago de subvenciones,
la contabilidad del Ministerio, oficina de partes, archivo,
recursos humanos que incluye contratos, remuneraciones
para 3.500 funcionarios en todo Chile hasta el papel o
las instalaciones de un edificio.
-La
sola enumeración es agotadora, ¿qué es lo más relevante?
-El
pago de las subvenciones a los establecimientos, pues
eso constituye el 2% del Producto Interno Bruto, y licitaciones
tan importantes como la de los 11 millones de textos que
el Ministerio entrega anualmente escuelas y liceos; o
la implementación de computadores para Enlaces.
-¿Es
un cargo de gran exigencia?
-Lo
es, por lo menos, doce horas diarias de jornadas largas
y agotadoras, con esa sensación permanente que algo dejaste
de hacer. Pero hay otra sensación, gratificante: que lo
que haces con dedicación ayuda a la cambiar la vida de
las personas y ahí se concreta algo que, en mi opinión,
te lega la Universidad de Concepción, que nos otorga un
sello fuerte de formación en lo público social, una connotación
especial a abogados, como en mi caso, preocupados del
servicio público, capaces de asumir responsabilidades
en el ámbito de las políticas públicas y colaborar a concretizarlas.
-¿Cómo
fue su tiempo de estudiante?
-Magnífico.
Ingresé en 1981, pertenezco a una generación de gente
de valores profundos, generosa, solidaria, mis mejores
amigos proceden de entonces y el lazo no se corta. Mantenemos
una red electrónica, nos enviamos trabajos, historias,
artículos y, una vez al mes, tenemos una mesa de la amistad
en un restaurant donde compartimos y recordamos los momentos
que juntos pasamos. Se han abierto otras mesas, en otros
lugares, producto del encuentro que tuvimos en octubre
de 2001, en Concepción, para celebrar los veinte años
desde que fuimos mechones. En ese grupo hay gente como
Sergio Micco, Jessica González, Juan Rubilar, Carlos Maturana,
académico en la facultad, Gabriela Jarpa, Hernán Fernández.
Nuestros profesores eran personas estrictas, algunos nos
parecían poco simpáticos, pero capaces de darnos motivaciones
que iban más allá del derecho. Recuerdo con afecto alguien
que ya no está, a Telmo García, que nos guiaba por la
historia del Derecho, pero siempre dándonos más.
-¿Cómo
llega a ocupar el importante cargo actual?
-Una
vez recibida regresé a Viña donde ejercí dos años como
abogada en materias laborales. Fue suficiente, sentía
una profunda inquietud. Hice un postítulo en la CEPAL
sobre Evaluación de Políticas Públicas, lo que me abrió
posibilidades para realizar y evaluar proyectos en el
área social. En 1991, un profesor mío de la CEPAL me contactó
para un trabajo en el de Mejoramiento de la Calidad de
la Educación, con financiamiento del Banco Mundial. Se
requería una abogada que hiciera la contraparte con el
BM en un proyecto de 270 millones de dólares. Era por
seis meses. Lo hice y me quedé. El año 2000, la ministra
Aylwin, con quien había trabajado en el MECE me puso a
cargo de la dirección.
Mónica
Silva Andrade
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