Valeria
Prado Jiménez (médico, casada, dos hijos) es la
directora del programa de Microbiología y Micología
del Instituto de Ciencias Biomédicas de la facultad
de Medicina de la Universidad de Chile. Nació en
Valparaíso, vivió en Tomé; estudió en Chillán, donde
obtuvo el premio como la mejor alumna egresada de
la provincia de Ñuble y la beca Enrique Molina para
estudiar Medicina en la Universidad de Concepción
en 1962.
Su
historial de mejor alumna alcanzó todos los niveles
de su educación; mientras que su desempeño profesional,
académico e investigativo de primer nivel la ha
convertido en un referente en el campo de la microbiología
en Latinoamérica. De ahí que su agenda incluya quince
o dieciséis viajes al año para estar presente en
congresos de pediatría y de infectología pediátrica.
Fue invitada como expositora a la celebración de
los cien años de la Sociedad Interamericana de Microbiología,
en Estados Unidos, e integra comisiones y grupos
de estudio de la Organización Mundial de la Salud,
Oms.
-¿ Cómo recuerda su etapa de estudiante de Medicina?
-Como
una de las épocas más felices de mi vida. Se dio
en un ambiente único, con múltiples actividades,
con fiestas mechonas y desfiles de carros alegóricos
inolvidables. Los alumnos de Medicina eran creativos,
entretenido y originales, con estupendos actores.
Recuerdo un Festival de Canes, en que a los perros
de Fisiopatología, se les disfrazó y se les hizo
desfilar; o una batalla naval entre soldados romanos
en la laguna de Los Patos. El ambiente político
que se vivía era interesante porque para debatir
y defender lo que creías, tenías que prepararte,
saber de lo que hablabas y de paso te ayudaba a
formarte como persona y como ciudadana. Sólo un
detalle, en mi tiempo el cupo de ingreso a Medicina
era limitado para las mujeres.
-¿Cómo
parte su especialización?
-Me casé y vine a Santiago, donde terminé la carrera.
Me inquietaba el tema de la investigación. En pediatría
del Calvo Mackenna tuve al médico Jorge Howard como
mentor, porque era un sistema de cátedra con el
jefe de servicio respectivo. Tuve muy buen rendimiento
en la beca de formación académica y me contrató
la facultad de Medicina como docente, oportunidad
en que pude iniciarme en la investigación clínica.
Ejercía como pediatra, en una media jornada e investigaba
en la otra.
¿Cual
es su línea de investigación?
-El
estudio de las bacterias, su estructura, fisiología,
como se producen, como se previenen y se tratan
en el organismo. Una línea de investigación que
he seguido desde hace largos años se relaciona con
aquellas que producen las diarreas infantiles. Nuestro
trabajo permite mejorar las técnicas de diagnóstico.
En 1980, y por un año, estuve becada en Italia.
El Ospedale Lazzaro Spallanzani, de Roma, es el
gran centro de enfermedades infecciosas de la región
del Lazio por lo que pude aprender en el ámbito
de las meningitis bacterianas y de la hepatitis
B en niños con padres drogadictos. También en el
campo de las infecciones intrahospitalarias tuve
experiencias valiosas.
-¿Qué les preocupa o en qué están en materia de
investigación microbiológica?
-Un proyecto nacional para lo cual hemos conformado
un red de vigilancia de resistencia antimicrobiana
presente en once hospitales del país, entre ellos
el Grant Benavente, de Concepción. Pretendemos definir
los patógenos más importantes en distintos síndromes
y su patrón de resistencia a los antibióticos, fundamental
para orientar la terapeútica. También estudiamos
las bases moleculares de la resistencia de patógenos,
como la Shigella bacteria, que produce diarrea con
sangre u otra bacteria que provoca la faringo amigdalitis.
Desde 1986 estudiamos una bacteria que provoca el
síndrome hemolítico urémico en menores de cuatro
años. Tiene una letalidad importante o deja secuelas
en los riñones con hipertensión en los pequeños.
Su fuente de origen es la zoonosis, especialmente
del vacuno y el porcino, cuando se faenan, y la
carne molida. Tenemos una red de once centros centinelas
de Arica a Coyhaique. Las autoridades sanitarias
han tomado medidas de control en los mataderos.
-¿Mantiene
nexos con la U. de Concepción?
-
Con el profesor Raúl Zemelmann; con Claudia, su
hija pediatra que aprovechó una residencia en Santiago
para hacer un magíster en Microbiología, hizo su
tesis y volvió a Concepción. Existe un convenio
Mecesup firmado entre las universidades de Chile
y de Concepción donde surgirán actividades conjuntas.
-¿ Recomienda su especialización?
-
Es una actividad fascinante, si bien la vida científica
es competitiva porque hay que postular a fondos.
Los niveles de ingreso no se comparan con el ejercicio
de la medicina clínica y eso podría desincentivar
a muchos, pero es gratificante tener la certeza
que se trabaja en equipo por el bienestar de muchos,
pues la investigación no se concibe en solitario.
Mónica
Silva Andrade
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