Pese a no contar con la infraestructura
adecuada, cada cierto tiempo, la Estación de Biología Marina de Dichato se convierte en
una especie de clínica que atiende a animales como pingüinos o lobos marinos que, al
perder el rumbo o ser heridos, llegan hasta las costas.
La habilitación de un espacio para el cuidado de estos animales ha sido una
preocupación constante del encargado de la Estación, Víctor Ariel Gallardo; inquietud
que se reavivó a principios de junio, con la llegada de una tortuga marina encontrada,
herida, por un pescador en las cercanías (ver recuadro).
En lista roja La visitante fue identificada como un ejemplar de Lepidochelys olivacea (conocida
como golfina), por Leyla Miranda, una estudiante de biología marina que se ha
especializado en este grupo de animales (quelonios), interés que incluso le permitió
participar en un programa de protección de nidos de tortugas laúd, en México, hace dos
años. La estudiante sostuvo que, aunque es poco frecuente, no es extraño encontrar esta
especie, propia de aguas tropicales, en estas latitudes, a donde migran en busca de
alimentos (crustáceos y peces). Lo atípico, dijo, es que se haya acercado a la costa. Se
estima que la tortuga, una hembra de 70 centímetros, tendría unos 40 años.
La golfina, parlama o lora es una de las seis especies de tortugas
marinas que anidan en las costas de Centroamérica. Está catalogada en la categoría 3,
en lista roja (peligro de extinción), al igual que las restantes tortugas marinas. La
demanda de huevos y el ataque de los depredadores naturales, se combinan para que el
porcentaje de reproducción de las especies se sitúe por debajo del 2%. |
El autor del hallazgo llevó al animal a la estación movido, en un principio, por la
intención de salvarla. Pero, pasados dos días, los buenos sentimientos cambiaron por el
afán de lucro; pues, aunque se trata de especies protegidas por ley, siempre hay personas
dispuestas a pagar por ellas.
Un final peleado, pero feliz
Infructuosos fueron los esfuerzos del personal de la Estación y de los estudiantes
presentes en el lugar por convencer al pescador de las dificultades legales que
enfrentaría al retirar al animal del lugar: las especies protegidas no pueden ser
portadas y menos comercializadas y quienes las encuentran están obligadas a entregarlas a
centros de investigación o la autoridad marítima, quienes son responsables de
devolverlas a su medio natural.
La historia tuvo un final feliz; claro que gracias a la intervención del alcalde de
Mar de Tomé, el sargento primero Lorenzo Bustos. El oficial llegó a la Estación,
acompañado con personal de su dotación, quienes fueron los encargados de llevar a la
tortuga fuera de la boca de la Bahía.
Arma de doble filo
Para el encargado del Hatchery en la Estación, Heriberto Moscoso, la denuncia de este
tipo de hechos a la autoridad marítima es un arma de doble filo, porque junto con hacer
entender a las personas de los procedimientos que hay que seguir en estos casos, también
puede transformarse en un factor disuasivo: en ocasiones futuras pueden optar por no
informar de un hallazgo.
Y aunque cada vez es mayor la conciencia de las personas en general sobre la
protección de animales -Gallardo señala que los pingüinos, que antes eran muertos si se
acercaban a la costa, ahora siempre son llevados a lugares para su cuidado- para el
estudiante de biología marina, Edgar Wanner, no hay claridad en la forma en que se debe
actuar. Ni siquiera existe un teléfono conocido para hacer estas denuncias, dijo.