Salir, o encontrarse de repente fuera. Tomar las luces adecuadas: verde pasas, amarilla ten
cuidado. Rojo, no; rojo. El otro día un perro perseguía mis ruedas, el espacio entre sus
dientes y los derroteros del dibujo de ellas era casi una misma cosa, una marca pavimentada
en el hule como esa piel suave, o las encías del perro tratando de alcanzar la velocidad del
bólido infinito, para evitar el hambre. Doblo, no es que no se pueda, PARE, rojo de nuevo y
el perro ya está lejos, la distracción del perro o la verdad de los derroteros del dibujo de las
ruedas de mi auto que chillan, de preferencia la izquierda, la que no está ahora teñida,
porque doblo a la derecha, en el PARE y fuera el perro, bienvenido abismo insondable y
bólido infinito, o el hambre que uno no tiene cuando está muerto, o cuando maneja un auto
en éstas condiciones de distracción, rojo satisfecho, rojo y verderojo, amarillorojo,
azulinorojo, y los colores todos tiñéndose en sangre y en perro, y no es perro, sino que
chilla como perro, doblo, PARE. Una estrella refulge en el firmamento, atardece; el cielo
está rojo. No hay nada peor que atropellar un niño
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A-03 |
Rodrigo del Río Joglar |
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21 años. Estudia en la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile. participa en el taller de Cuentos de la fundación Pablo Neruda, profesor Mario Valdovinos, segundo semestre del 2009; en el Taller Tirso de Molina, profesor Fernando Valenzuela; ayudante de Filosofía Moral de dr. Miguel Orellana Benado, en la Facultad de Derecho.
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